Siendo el Fotógrafo de Galápagos a través de mis fotos muestro la belleza de este hermoso lugar. El vincular el elemento humano le da mayor valor, tanto a las imágenes como a las islas, enriqueciendo mi experiencia personal.
Tuve la suerte de acompañar a una de las pocas mujeres pescadoras del archipiélago, Maritza y a su hijo Jonathan, quienes me invitaron a conocer el día a día de una familia de pescadores artesanales de Galápagos.
Antes de las cinco de la mañana estábamos en el muelle de Pelikan Bay calzándonos botas, overol, arreglando la fibra de pesca y con el alba salimos a una demostración del esfuerzo pesquero.
En el mar Maritza cuenta que una herencia familiar la trajo, con apenas 22 años, desde su natal Pueblo Nuevo, en la provincia de Los Ríos, hacia Galápagos, pero el amor de un joven pescador de Santa Cruz la atrapó en las islas.
Ella guía la embarcación al frente de la fibra, como lo ha hecho con su familia tras la pérdida de su pareja cuando sus cuatro hijos eran menores de edad. De él aprendió a comercializar la pesca y luego a pescar cuando en alguna ocasión la panguita de madera de la familia se dañó frente a Tortuga Bay, por el fuerte oleaje.
Treinta años después la familia permanece unida por la pesca. Sus hijos, que de pequeños comercializaban cabezas de pescado en el mercado, siempre buscan la oportunidad de salir a las faenas con Maritza.
En esta ocasión Jonathan y su mamá me regalaron la oportunidad de capturar la acción de la pesca en mis fotos. Él con la caña y ella con una línea de arrastre.
La unión con la pesca parece más fuerte que cualquier red. De sus faenas, la madre entrega pescado a su primera hija para que lo comercialice con su esposo. El joven hijo, ya comprometido, pesca con su esposa. La tercera hija trabaja en la cooperativa de pesca; y la menor estudia enfermería en Guayaquil, pero aprovecha las vacaciones para pescar con su madre y reunir dinero para sus gastos de la universidad.
Al volver al muelle, el rostro de la madre se llena de emoción cuando recuerda el momento vivido con su hijo. Dice que así es el pescador, basta con que uno tenga suerte de atrapar un pescado para que el compañero se alegre.
Antes de despedirnos le pregunté por la herencia que vino a recoger. Nunca la recibió. Al ver a Maritza y su familia pienso que la fortuna le sonrió con aroma de mar y pescado, siendo esta su mejor herencia…
Chévere!! Me encanta el relato contando con detalle la vida de aquella mujer con su día a día, como dices su mejor herencia es la unión que tiene actualmente gracias a la pesca 🙌🏻